
Por Ramiro Décima
La semana pasada estrenaba en una plataforma reconocida la serie “Adolescentes” del director Philip Barantin que sorprendió, disparando controversia y atención. Una propuesta audiovisual que conjuga distintos contextos y un protagonista de trece años. No realizaré valoraciones técnico-estéticas, más bien dejaré esa tarea para la crítica especializada, que sin dudas podrá hacer un tratamiento que busque asentarse en las formas de representación, en palabras de Elliot Eisner.
Confieso que soy un poco reticente a mirar ciertos productos denominados artísticos, en especial esos que proliferan en la industria cultural cinematográfica, pero indudablemente que, para hacer un escrito sobre la miniserie en cuestión, debía predisponerme sin filtros y anteojeras (si esto fuera posible)
Me ha levantado curiosidad como en algunos foros de debate la discusión rondaba sobre los usos y costumbres de un mundo casi inaccesible para muchos adultos, en tanto redes sociales virtuales, sobre el cuidado parental insuficiente, sobre el acoso, sobre el tratamiento de la masculinidad y su fragilidad, sobre la culpa, sobre los roles desdibujados, y la lista pude seguir. Todos aspectos externos y que residen, aparentemente, en fenómenos ajenos. De todos los escenarios abordados, capítulo a capítulo, solamente voy a recuperar aquel donde la escuela tiene presencia.
En un intento por subrayar sobre ciertas cosas que, se naturalizan o culturizan, pero que van horadando el comportamiento de las personas, cuando no su autoconfianza. El instituto al que concurre Jamie está cargado de situaciones de desigualdad y asimetría, de gritos, de destratos, de subestimación, en un intento por sostener una estructura educativa y un orden ficticio, que denota inestabilidad y flaqueza, y que no tiene mas remedio que recurrir a ciertos tratos desmoralizantes. Ayer, un estudiante me preguntó si pensaba que existía alguna relación entre las películas; taxi driver y el joker 1, y me quedé observándolo con cuidado. Al parecer nuestra sociedad alberga una gran máquina de picar carne, o lo que es peor, un artefacto que arroja modelos de varones sin garantías, en una cultura altamente machista y misógina.
Nos merecemos pensar más allá de la forma y trascender el puro entretenimiento.